Los últimos días del capo de Bogotá en Venezuela
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El libro sobre la captura de Justo Pastor Perafán estaba escrito hace muchos años. En alguna oportunidad, debido a los avatares del periodismo, quien escribe estas líneas se topó con uno de los efectivos de la Guardia Nacional que participó en aquel procedimiento. Relató entonces que las páginas fueron redactadas por los propios militares, en una especie de trabajo colectivo, similar a la actividad que permitió dar con el señalado líder del cartel de Bogotá, en el estacionamiento subterráneo de un edificio de San Cristóbal. Aquel documento, sin embargo, no contó con la aprobación de una especie de comisión de censura instaurada en el cuerpo militar. Perafán no solo pagaba a sectores políticos colombianos. De hecho, había trasladado su corrupción a Venezuela, donde había ganado la fama de gentleman mujeriego. Y eso incomodaba. Los años pasaron, y parecía que la historia quedaría guardada en la memoria de alguna computadora. Más aún cuando se podía constatar que muchos de los jóvenes que llevaron a cabo aquella detención, en 1997, continuaron desarrollando sus carreras militares, y eventualmente pasaron a retiro, uno tras otro. Uno intuye que fue, precisamente, esa mezcla de libertad y ocio la que hizo posible el lanzamiento de El mandamás de Bogotá. La operación de captura del capo Perafán (Colombia, 2021), bajo la firma de un tal Ibsen Bentti. Algunas reseñas aseguran que sería un coronel. Pero definitivamente no es la misma persona que alguna vez intentó obtener un permiso de la jerarquía de la Guardia Nacional. Al margen de este detalle, el libro ofrece un relato en primera persona, desde la perspectiva de quien entonces fue un servidor, convencido de que podrían tener un mejor país si sacaban del juego a este importante traficante de drogas. Ya entonces se podía advertir el efecto atomizador que tuvo el desmantelamiento de los carteles de Medellín y Cali. Los baby cartels eran comandados por gente como Perafán, más dados a la plata que al plomo. A juzgar por lo que sucedió después, los grandes jefes del narco no entendieron la captura de Perafán en Venezuela como algo disuasivo. Por el contrario, interpretaron que efectivamente existía la posibilidad de ocultarse en un país desde el que podrían manejar sus negocios con relativa comodidad, contando con la anuencia de quienes posteriormente ejercerían el poder. Pero esa es otra historia.