Una semblanza del «primer pram»

Crímenes sin castigo | 21 de noviembre de 2023

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Si alguna vez se escribiese una historia de la inseguridad en Venezuela, uno de sus capítulos fundamentales tendría que ser dedicado a las cárceles. En este país, los internados judiciales están insertos en el ciclo del delito. Son causa y a la vez consecuencia, origen y destino de la ilegalidad. En las últimas décadas, prácticamente no hay relato sobre el hampa nacional que no toque algún aspecto de la vida tras las rejas. Desde luego, esto deja mucho qué decir de aquella teoría según la cual el sistema carcelario forma parte del ciclo de “rehabilitación” del delincuente. En algún momento, durante la primera década de este siglo, el Gobierno inició un proceso de identificación de interlocutores en las poblaciones penales, con el propósito de llegar a acuerdos mínimos que mitigaran la violencia. A estos individuos los llamaron “líderes negativos”, en la jerga oficialista, tan cargada de eufemismos. Puertas adentro, los llamaban prames o principales. Eran los mandamases. Según Alfredo Meza, el primero en esta historia se llamó Wilmer José Brizuela Vera. Los caminos de este periodista venezolano y alias Wilmito se cruzaron hace más de diez años, cuando Meza hizo un primer relato sobre él, por encomienda de una publicación internacional. Ese contacto permitió al reportero entablar cierto vínculo con este poderoso delincuente, que eventualmente hizo posible la elaboración de una extensa semblanza: Ciudadano Wilmito. La historia del primer pran de Venezuela (Caracas, 2023). Este libro, también disponible en versión electrónica, no solo recoge las palabras que el propio Brizuela entregó durante cinco entrevistas presenciales y otros tantos intercambios por mensajes de texto, sino que también explora todo el entramado de relaciones que elevó a este sujeto hasta la cima del mundo criminal venezolano. Sus alianzas y, desde luego, sus víctimas, algunas de ellas muy notables. Brizuela, como se recordará, murió en 2017, luego de haber sido trasladado desde su feudo de Vista Hermosa hasta el internado judicial de Tocorón, en Aragua, donde ya Niño Guerrero se erigía en la máxima figura. El de Wilmito fue casi que un final anunciado. Este libro, entonces, es el resultado de un dilatado proceso de búsqueda de información, y pone al alcance de nuestras manos un aspecto de la actualidad que generalmente es omitido desde el poder. Interesante lectura para el asueto navideño.

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