La historia mexicana, vista a través de las drogas
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En el principio, fueron el peyote y la marihuana. Luego, el opio y sus derivados. La cocaína, como las demás, era de libre consumo en sus inicios, por lo menos en México. Según el relato de Benjamin Smith en The Dope, The Real History of the Mexican Drug Trade (Nueva York, 2021) las primeras restricciones fueron implantadas al consumo de la hierba, que era profusamente utilizada por las tropas ante la imposibilidad de tener acceso a algún sedante que aliviara los dolores de sus heridas, y los relajara frente a la permanente tensión que significaba la acción en el frente. La marihuana, en cambio, era muy fácil de encontrar. Luego, llegaron al suelo azteca el opio y sus derivados, mucho más potentes como analgésicos, aunque inicialmente restringidos a la creciente población de origen chino, que conocía los secretos de su procesamiento. La cocaína, mientras tanto, fue importada a ese país por laboratorios alemanes a finales del siglo XIX. Sin embargo, su consumo era más bien elitesco, lo mismo que sucedía en círculos intelectuales de Austria y Alemania. Smith es un profesor de historia latinoamericana en la universidad de Warwick (Reino Unido). La “guerra contra las drogas” ha sido una de sus principales líneas de investigación. En esta obra, combina la agilidad del relato con prosa periodística con el rigor de quien intenta reconstruir los hechos en la secuencia en que se presentaron, y entregar al lector una interpretación en la que prevalezca la lógica sobre las posiciones políticas. Algo complicado en un debate como este, en el que las posiciones parecieran estar previamente determinadas, moviéndose entre los polos de la liberalización sin barreras a la restricción a todo trance. Smith, por ejemplo, establece que fueron los mexicanos los primeros en implantar una legislación que prohibiera el uso de la marihuana en América del Norte. Sugiere, incluso, que los aztecas inspiraron la Marihuana Tax Act estadounidense (1937). The Dope cuenta cómo las distintas prohibiciones al uso de drogas en México fueron sustentadas más con prejuicios que con investigación científica. Decían, por ejemplo, que el consumo de marihuana era propio de “negros” o vagabundos, propensos a desplegar conductas violentas cuando estaban bajo su efecto. Y también cuenta cómo cuando la ciencia arrojaba después alguna duda en torno a la conveniencia de mantener la prohibición a rajatabla, era descartada, engavetada o, en el peor de los casos, suscitaba oleadas de persecución contra quienes se atrevían a cuestionar los mitos comúnmente aceptados. Desde luego, en medio de esta ilegalidad fueron gestándose los más grandes carteles del mundo, dispuestos a satisfacer la creciente demanda, tanto en EEUU con en su propio país. En México, como en Colombia, no es sencillo delimitar con claridad dónde están las víctimas y los victimarios. Esta obra es una importante actualización dentro de un debate que es necesario desarrollar, siempre con estricta atención a los hechos y sus consecuencias. Este libro está disponible en formato electrónico.