Una obra para comprender por qué Ucrania resiste…y por qué puede caer
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A juzgar por el título, la obra de Yuri Felshtinsky y Michael Stanchev, Ucrania, La primera batalla de la tercera guerra mundial (Barcelona, 2022) parecería uno de esos textos elaborados con premura, que acuden a términos apocalípticos para ganar lectoría. Pero esta es apenas una primera impresión, que se va decantando en la medida en que recorremos sus páginas con creciente interés. Felshtinsky es quizá uno de los expertos más relevantes en lo relacionado con los servicios secretos rusos. En 2007, fue coautor de un relato pormenorizado sobre el envenenamiento del periodista Alexander Litvinenko. (Entonces, el otro escritor fue, precisamente, la víctima). Stanchev, por su parte, es un reputado historiador y asesor de la cancillería ucraniana. En algún momento, además, tuvo coqueteos con la política de su país. El resultado de ambas perspectivas es una extensa crónica que permite comprender, con un grado importante de detalle, las condiciones que posibilitaron la invasión rusa a Ucrania. Una campaña que en febrero de 2022 se planteó desde Moscú como una “operación especial” estilo relámpago. Pero, al cumplirse el primer año, las perspectivas son las de un conflicto más prolongado, de elevados costos para todas las partes. ¿De dónde pudo surgir semejante error de cálculo para Putin y sus acólitos? ¿La “inteligencia” rusa no era de las más afinadas del orbe? Felshtinsky y Stanchev nos permiten comprender que parte del grueso error del Kremlin pudo surgir de una evaluación equivocada sobre la “moral de combate” de las fuerzas ucranianas. Desde que Ucrania se independizó de la antigua Unión Soviética, la política ha sido dominada por grupos de interés que, según los autores, solían utilizar al Estado para el enriquecimiento de sus entornos. Mucho de esto era fomentado por los vecinos rusos, que nunca abandonaron la idea de reconstruir el poderío que detentaron durante la Guerra Fría. Pero otro sector, más joven y modernizador, veía a la Unión Europea y en general a Occidente como la plataforma para propiciar el definitivo despegue de Ucrania. Para ellos, el Kremlin aparecía como un incómodo atavismo. Estos fueron los protagonistas de las revueltas callejeras, llamadas maidanes, que desde 2002 a 2014 impulsaron reformas y tumbaron gobiernos como el de Víctor Yanukóvich, que terminó refugiado en una ciudad fronteriza del territorio ruso. De todo ese proceso surge la figura de Volodimir Zelenski, un hombre que no pertenecía a los aparatos partidistas tradicionales, herederos del Partido Comunista de la Unión Soviética. Pero este humorista no podría ser calificado como militante de la antipolítica. Su elección, de hecho, fue el resultado de la decisión de una ciudadanía altamente politizada, deseosa de pasar la página, que vio en él la fiel expresión de su descontento. Este ha sido uno de los factores claves para explicar la enorme resistencia ofrecida por los ucranianos en esta ocasión. Contrario a lo sucedido durante las anteriores incursiones, que permitieron al régimen de Putin anexionarse grandes porciones de territorios en el este ucraniano (Donetsk y Lugansk). Ucrania ahora está amalgamada en torno a su presidente. Y ese es un punto a favor. Pero los autores dejan en claro que el conflicto bélico solo ha puesto un paréntesis a las divisiones intestinas, y que cuando cesen los cañonazos habrá que poner la mirada nuevamente en un Estado que ya arrastraba una fragilidad institucional crónica. Este libro ya está en algunos locales venezolanos, e igualmente puede ser adquirido en formato electrónico.