*En Venezuela el miedo ha dejado de ser solamente un factor que consolida el Poder. Ahora, personas o grupos ligados a él lo usan para sacar un beneficio económico
Twitter @javiermayorca
Los venezolanos vivimos presos de un miedo inducido desde las más altas esferas, cultivado con tesón para desmovilizar a los factores sociales y evitar transformaciones indeseadas por el Poder.
Este miedo tiene inicialmente un propósito político. Su origen sin embargo puede ser atribuido a varios factores. En fin de cuentas, se trata de una condición sicológica que se nutre de percepciones, vivencias y aprendizajes. Es el yo en permanente interacción con la realidad pura y dura. Bloomfield y más recientemente De Becker han señalado que la búsqueda de seguridad, es decir, el logro de condiciones que permitan superar los temores, ha sido uno de los motores de la evolución humana.
Desde luego, una sociedad regida por el miedo no avanza, se estanca. El miedo por regla general paraliza al individuo, y por ende a la suma de todos ellos.
En algún momento, el Poder se percató de que los miedos de los venezolanos podrían rendir un fruto adicional, más allá de la perpetuación del régimen. La violencia o la amenaza de ella podrían ser usadas para algo más terrenal, como es el estricto beneficio económico de personas o grupos.
El 23 de junio, un empresario radicado en Caracas recibió la llamada telefónica de un alto funcionario del Ministerio del Trabajo para exigirle que depositara 30.000 bolívares en una cuenta del Sindicato Nacional de Trabajadores en el Banco de Venezuela. Este dinero serviría para costear la movilización desde oriente de un grupo de obreros oficialistas al desfile del 24 de junio en Caracas. El comerciante accedió, pues de lo contrario sería incorporado la lista de “Empresarios contra Maduro”, una versión de la lista Tascón orientada al ámbito económico.
Dos días después, el mismo hombre recibió otra llamada de sujetos que decían representar al mismísimo Diosdado Cabello, presidente del Parlamento. Le informaron que ahora, una vez incluido en la lista de “Empresarios con Maduro”, debería hacer un nuevo aporte. Esta vez de Bs 50.000. El recordó a su interlocutor que apenas un día atrás había depositado Bs 30.000. El hombre al otro lado de la línea le respondió que eso no importaba, y que si no manifestaba de inmediato su generosidad sería visitado por un tropel de inspectores de organismos públicos que lo multarían y lo pondrían preso. Le indicaron que ahora los beneficiarios serían del Movimiento Cultural Guayana.
Hechos como éste se reproducen a diario en todos los rincones del país. Los ferreteros de Caucagua y los comerciantes de Catia saben lo que esto significa. Es la extorsión, potenciada por grupos ligados a las instituciones del propio Estado. Convertida en sistema para esquilmar al individuo, especialmente a aquel que se atreve a producir alguna riqueza. En Cariaco los empresarios y transportistas lideraron un paro cívico el 16 de junio para protestar precisamente contra esta práctica. Demasiado lejos, demasiado tarde.
La extorsión es uno de los delitos clásicos del crimen organizado. La Cosa Nostra y la Camorra se consolidaron al ejercerla contra los cultivadores de cítricos y olivares. En la práctica, las instituciones oficiales son reemplazadas por grupos que ofrecen la seguridad a la que el ciudadano tiene derecho y que no obtiene del Estado. Ante la aparente ausencia de una alternativa, la víctima termina sometida y entregando lo que tiene en pequeñas cuotas. En este proceso, queda ensartada en un círculo vicioso del que resulta muy complicado salir.
Pero organizaciones delictivas como las italianas e incluso las FARC, el ELN y las bandas criminales (bacrim) colombianas son vistas como ajenas al Estado, aunque en algunos momentos y lugares lo hayan suplantado. En Venezuela este patrón mutó.
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Paro en Cariaco: muy lejos, muy tarde |
En la antigua Unión Soviética, el comunismo creó un sistema de extorsión cuyos principales actores llegaron a conformar una casta. Eran los Vor-v-zakone, o ladrones en ley. Luego de ochenta años de opresión, fueron la semilla de la llamada mafia rusa. Una mafia (en realidad muchas) alimentada desde el propio Estado. Aquí tenemos quince años en un proceso similar, que ha hecho de la extorsión uno de los delitos más graves y frecuentes. La Encuesta Nacional de Victimización de 2009 reportó 18884 casos en apenas un año. Más de 51 diarios. Cinco años después, la situación se ha potenciado hasta niveles insospechables. Los actores de antaño (presos, guerrilleros o policías de esquina) ahora son rebasados por sujetos que aprovechan posiciones públicas para arrinconar al individuo y obligarlo a despojarse de sus recursos.
Esto está creando un modelo en el que todos los poderes extorsionan. Fiscales que se enriquecen amenazando a los estudiantes y a sus padres con imputarles terrorismo a menos que paguen. Agentes de CICPC que te ofrecen cómoda permanencia en El Rosal a cambio de la debida mordida periódica. De lo contrario, mañana irás a El Rodeo o a Yare. Gobernadores, alcaldes, colectivos…Todos presionan, todos cobran en el País del Miedo.
PS: si desea conocer más en profundidad los mecanismos de la extorsión por parte de policías presione aquí.
Breves
*En un acto semiclandestino, al que solo convocaron a los medios del Sibci, el presidente de la ONA general de brigada Alejandro Kerelis presentó algunos resultados del primer Estudio Nacional de Drogas en Estudiantes Universitarios. Consistió en un sondeo entre 6199 hombres y mujeres que cursan estudios en 82 de los 160 centros de educación superior del país. Se trata de un trabajo importante. El primero en su tipo en el país. La escasa divulgación de los resultados confirma una vez más la invisibilización del tema de las drogas por parte del Gobierno. Aquí algunos datos de relevancia:
1.-En las universidades del país se calcula que hay 129.000 personas que consumen o han consumido alguna droga ilícita.
2.-La marihuana (convencional o genéticamente mejorada) es la droga ilegal más usada por los universitarios. Los estimados llegan hasta las 127.000 personas. La pequeña diferencia entre la cifra referida más arriba y ésta sugiere además que una porción importante de los estudiantes (alrededor de 13.000) tienen o han tenido contacto simultáneo con varias de estas sustancias.
3.-Los universitarios del estado Mérida fueron los que reconocieron en mayor número tanto el consumo de drogas ilícitas como la existencia de proveedores de ellas en el interior de los planteles.
4.-Las nociones de riesgo entre los estudiantes que usan drogas están asociadas a las ideas de accidentes, violencia interpersonal y deterioro de la salud. La posibilidad de una detención por parte de las autoridades no figura entre sus temores.
En los próximos días colocaremos el estudio completo como documento para descarga en este mismo espacio. De manera que podrá ser revisado y analizado por todos los que tengan interés en el tema. Esperaremos un poco, a ver si la propia ONA se adelanta.
*Cuando salió la columna anterior, una persona a la que conozco desde hace más de tres lustros me contó los hechos que presenció en una buseta mientras regresaba a su residencia en Terrazas del Club Hípico, la última semana de mayo. Había subido al transporte público en Chacaíto, luego de cumplir con su jornada laboral. Iba sentada en uno de los puestos delanteros, cerca del conductor. En plena autopista, luego de la parada de Santa Fe, un hombre joven sacó lo que parecía ser un revólver e indicó a los pasajeros que entregaran sus pertenencias. Mientras revisaba lo que cada quien tenía, una de sus víctimas se dio cuenta de que la supuesta arma no era otra cosa que un tubo con una cacha con cinta adhesiva. De inmediato, el antisocial fue sometido y golpeado a mansalva. Otros, como la fuente de este relato, vieron impotentes cómo el hombre languidecía en el piso de la buseta, mientras el chofer se desviaba hacia un lugar en Las Minas de Baruta donde creía recordar que estaba un puesto policial. Al llegar al sitio el sujeto ya estaba muerto por el linchamiento. Oficiales de PoliBaruta llegaron al lugar e impidieron que los pasajeros salieran del vehículo. Todos tuvieron que permanecer junto al cadáver durante más de dos horas, hasta que unos fastidiados agentes de CICPC lo levantaron. En ese lapso, los pasajeros temieron por su vida nuevamente pues el transporte también fue rodeado por familiares y amigos del antisocial, quien apenas tenía 18 años de edad. En la estadística oficial, este caso quedó como un “ajuste de cuentas”.
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Del reality show a los noticieros |
*La prensa de Alemania recogió con cierta frialdad lo que fue un suceso escandaloso, aún para los estándares de la Venezuela actual: el asesinato en el lobby del hotel Eurobuilding de Chuao del empresario Christoph Wilhelm Kleuters, el 19 de junio en la tarde. Los alemanes resaltaron en sus notas que en 2008 la víctima protagonizó un reality show en su país, centrado en la fastidiosa cotidianidad de los jubilados teutones. En cambio, poco dijeron sobre el verdadero propósito de la visita del inversionista de 56 años de edad al tercer país más violento del mundo. ¿Qué hacía atractiva esta convulsa nación para un hombre que gozaba de respeto y una vida acomodada en su lugar de origen? Hay apenas una mención fugaz en la prestigiosa publicación Bild. Kleuters, indica el rotativo, supuestamente viajó a Caracas para conversar con ejecutivos de Petróleos de Venezuela sobre “la financiación de una planta de aceite”. Muy bien. De ser así cabe preguntarse por qué la policía judicial lo identificó en sus primeros documentos como un “visitador médico” y no como lo que realmente era, un negociante ligado a la industria petrolera. Imposible pasar por alto que una semana después fue divulgado el contenido de una grabación atribuida al embajador venezolano en Berlín Rodrigo Chaves Samudio, en la que expresa temor de sufrir algún atentado luego de las denuncias que había formulado sobre corrupción en altas esferas de Pdvsa. Quizá el caso Kleuters y la divulgación del audio del diplomático no tengan relación de causalidad directa. En todo caso, llama la atención la sucesión de hechos y la coincidencia de los ámbitos en los que se desenvolvían sus protagonistas.