Guerrilla con rastro

Crímenes sin castigo | 27 de mayo de 2010

Blogger

Pareciera lejano ya el ataque armado al campamento donde permanecía Luis Edgar Devia, mejor conocido como Raúl Reyes o el Canciller de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército Popular. Pero eso fue hace apenas dos años y tres meses. De ese episodio quedó una tremenda confrontación entre los gobiernos de Ecuador y Venezuela, por un lado, y el de Colombia por el otro. Pero no fue sino hasta la salida del libro Raúl Reyes, El Canciller de la Montaña (Editorial Norma. Bogotá, 2008), escrito por el periodista colombiano José Gregorio Pérez, que pudimos comprender el sentido de las decisiones tomadas entonces por los presidentes Hugo Chávez y Rafael Correa. Unas decisiones cuyas consecuencias, en el caso de Venezuela, todavía estamos padeciendo en términos de pérdida de intercambio comercial y mayor aislamiento.

No se trata ahora de discutir la validez del ataque militar contra el campamento de Reyes, a sabiendas como estaban los militares colombianos de que todo ese enclave estaba en territorio de un país vecino. Eso desviaría el asunto de su foco, que se refiere a la información obtenida de las computadoras y de los discos duros portátiles que estaban en poder de Reyes.

Esa data fue mantenida sin alteraciones y sometida a análisis de Interpol. Pero nunca ha sido divulgada con tanta extensión como lo hizo J. G. Pérez en su libro.

Esta obra, curiosamente, no ha llegado a las librerías venezolanas. En mi caso, tuve la fortuna de encargársela a un amigo que viajó a Colombia. Consta de cinco capítulos. Pero los más interesantes y reveladores son el tercero y el cuarto, referidos respectivamente a los temas del involucramiento del grupo guerrillero en el tráfico de drogas, por una parte, y el desarrollo de una acción política de proyección local y regional.

La fuente del dinero. La participación de las FARC en el negocio de las drogas es más añejo de lo que en principio parecía, a juzgar por los archivos hallados en las computadoras de Reyes.

Desde 1987, el grupo guerrillero se apoderó de dos rutas que anteriormentes eran operadas por el cartel de Medellín (organización en líneas generales opuesta a las FARC). La primera partía de los llanos de Yarí para pasar por Bahamas, Miami, Los Angeles y Nueva York. La otra partía del mismo punto y hacía escala en Caracas, rumbo a España, Holanda, Alemania e Inglaterra.

Tres años después, se produjo un reacomodo en la organización guerrillera. Reyes pasó a comandar el Bloque Sur (donde está la retaguardia estratégica del grupo y además su mayor fuente de poder económico, derivado de la siembra y el procesamiento de la coca), mientras que Jorge Briceño Suárez, alias Mono Jojoy, pasó a comandar el Bloque Oriental, en la frontera con Venezuela.

Briceño además fue designado principal comandante militar de la organización. Estando en los Llanos Orientales, se aseguraba el paso de las armas obtenidas en Centroamérica y otros lugares del mundo, a través de la frontera con Venezuela.

Briceño, paradójicamente, fortaleció alianzas tácticas con grupos de traficantes de drogas ligados al paramilitarismo. El principal de ellos fue Hernando Gómez Bustamante, alias Rasguño, detenido en Cuba en 2004, aunque tenía documentos falsos.

El principal operador de Briceño en el tráfico de drogas era el jefe del Frente 16, Josué Eliseo Prieto, alias Esteban González. Ellos potenciaron al máximo el uso de pequeñas avionetas para el transporte de los estupefacientes. Desde finales de los noventas, la ruta preferida ha sido la que lleva la droga a México por el Pacífico y el Caribe, con escalas en El Salvador y otros países. Según Pérez, los vuelos regresaban a Colombia cargados con armas suministradas por ex guerrilleros del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional.

Desde finales de los noventas, indicó el autor, tres personas tuvieron especial relevancia en el negocio de la droga producida en los territorios del Bloque Sur: Fabián Ramírez, José María Corredor (Boyaco) y Nayibe Valderrama (Sonia). Ramírez era el líder militar, que proveía seguridad a los cocaleros y procesadores de la droga. Corredor era el transportista y Sonia el enlace con los carteles mexicanos, especialmente el de Sinaloa.

Eventualmente, Reyes y el resto del grupo entabló una relacíón de negocios con Fernandinho Vieira Mar, señalado hasta principios de esta década como el mayor traficante de drogas de Brasil. Según el autor, Vieira ofreció el pago de la mercancía con armas obtenidas en la Triple Frontera.

Desde 1997, el Secretariado de la organización decidió tener un trato diferenciado hacia los actores de las distintas partes de la cadena de esta industria ilegal. A los campesinos se les ofrece protección, a cambio del pago de un impuesto conocido como «gramaje», además de un intenso trabajo para ganarlos a la causa guerrillera desde el punto de vista ideológico. En el otro extremo se plantea una relación de estricto negocio, en la que poco importa si los operadores son afines a la guerrilla.

Esto produjo importantes ganancias para las FARC. En abril de 2008, Reyes escribió un correo a los miembros principales del Bloque Sur, en la que refiere dos encuentros con otro importante miembro del cartel del Norte del Valle (afín a los paras), Juan Carlos Ramírez Abadía, alias Chupeta. Los textos incautados en sus computadoras revelan que para ese momento la ganancia neta por kilo de cocaína entregado en México sería de 5500 dólares. Ramírez ofreció además pagar algunas transacciones con lanzacohetes que serían negociados en Líbano.

Enlaces de interés

1) http://www.ildis.org.ve/website/administrador/uploads/DocumentoSeguidadRegionalMayorca.pdf.
2) http://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/Las%20cuentas%20de%20las%20FARC.pdf

últimas noticias

Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.

Suscribirse

Suscríbete a nuestro listado para recibir por correo las noticias más destacadas