La pandemia como disparador de un «nuevo orden»

Crímenes sin castigo | 6 de febrero de 2022

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En la entrega anterior compartimos la reseña de una primera obra, fundamental para comprender el proceso vivido en Estados Unidos con respecto a la pandemia por el Covid-19, cuyas consecuencias aún padecemos en todas las naciones occidentales, y que probablemente marcarán la etapa inmediatamente posterior. Ahora, Colin Kahl y Thomas Wright van todavía más allá en su obra Aftershocks. Pandemic Politics and the End of the Old International Order (New York, 2021). Kahl fue Asesor de Seguridad Nacional del entonces vicepresidente Joseph Biden, entre 2014 y 2017, y en la actualidad fue llamado nuevamente para ejercer el rol de consejero en el Pentágono. Wright es miembro del Instituto Brookings, uno de los think tanks más importantes de EEUU. Ambos son reconocidos expertos en lo referido al análisis estratégico de los conflictos internacionales. Y, a juzgar por el contenido de esta obra, el Covid-19 plantea un conjunto de desafíos para las democracias occidentales, y en especial para la norteamericana. De no ser afrontados con firmeza, constituirían una estocada fatal para la proyección de su poder en el resto del planeta. Los autores explican con detalle cómo las vacilaciones de la Administración Trump en momentos clave terminaron por incrementar el impacto negativo de la pandemia en el plano económico interno. Pero también ocasionaron una reafirmación del espíritu aislacionista, que caracterizó la gestión del último inquilino de la Casa Blanca. Y fueron mucho más allá. La crisis por la expansión de este virus generó una situación de “sálvese quien pueda”, que incluso fracturó a la Unión Europea. Mientras tanto, los gobernantes de “mano dura” se vieron reforzados por la posibilidad de tomar medidas restrictivas a las libertades individuales y políticas, sin oposición alguna, con el argumento del resguardo a la salubridad pública. Aftershocks está lleno de conclusiones perturbadoras. Una de ellas, que seguramente suscitará acalorados debates, implica reconocer la necesidad de llegar a una “coordinación con China y otros poderes autoritarios”, para evitar situaciones como la presentada entre febrero y marzo de 2020, cuando el régimen de Beijing impidió la entrada a Wuhan de los inspectores de la Organización Mundial de la Salud, encomendados a precisar el origen de la enfermedad. Este entendimiento, indican los autores, debe ser precedido por un “entendimiento común” entre las principales democracias. Solo así podrá prevenirse el impacto de una nueva pandemia, que tarde o temprano llegará.

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