Un film de bajo costo y alto impacto

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Recientemente, me tocó participar en un cine foro a propósito del estreno en Venezuela de la película Sonido de libertad. Una experiencia agradable, no solo por el interés mostrado por el público en cuanto a la discusión de esta obra. Más allá de eso, el film de Alejandro Monteverde pone sobre el tapete un tema difícil de abordar sin caer en la tentación sensacionalista: el tráfico y la trata de personas. Para lograr su cometido, Monteverde se apalancó en la historia real del agente de Seguridad Interior de Estados Unidos (HSI, por sus siglas en inglés) Tim Ballard, interpretado por Jim Caviezel, un hombre que decide llevar hasta las últimas consecuencias una pesquisa sobre una red internacional de tratantes, que tenía tentáculos en Norte, Centro y Suramérica. Lo que comenzó siendo un caso más de pedofilia por internet se transformó en una gesta personal, que llevaría al agente Ballard a montar su propia operación encubierta en Colombia, sin respaldo de sus superiores en Washington, con el propósito de rescatar a una de las víctimas de la red. Hasta aquí, pareciera que la historia reúne todos los ingredientes de un blockbuster de acción. Pero no. Ballard no es un héroe a lo James Bond. Tampoco es un antihéroe. Es, en esencia, un individuo que intenta hacer lo correcto, y hacerlo completo. Aunque la narración hace algunas concesiones en aras de mantener la tensión dramática, el balance final es el de una historia bien contada, que puede ser disfrutada tanto por un público lego como por especialistas, sin que estemos ante una superproducción. De hecho, tal y como trascendió durante el cineforo posterior a la proyección, el costo total de este proyecto fue apenas 16 millones de dólares (el de Barbie fue 146 millones de dólares). Sonido de libertad es, definitivamente, una de esas películas que no te decepcionan.