La impunidad rodea al tráfico de oro en Venezuela

-A pesar del creciente número de casos por tráfico de "material estratégico", ninguno tiene que ver con el del metal extraído del arco miniero

Crímenes sin castigo | 23 de enero de 2022

Criminalidad, Cuello blanco

Las autoridades venezolanas están decididas a no perseguir el comercio ilegal de oro. De acuerdo con cifras conocidas extraoficialmente, durante 2021 fueron iniciadas en el país casi 260 investigaciones sobre el tráfico ilícito de metales preciosos o considerados “estratégicos”. Pero ninguna de ellas tuvo que ver con las redes criminales que se nutren del oro extraído del arco minero del Orinoco. Cuando se va al detalle de estos casos, encontramos que generalmente se trata de pequeños rateros o personas sin oficio, encontradas in fraganti cuando presuntamente sustraían cables de cobre, tubos abandonados en algún terreno de Petróleos de Venezuela, o que transportaban chatarra sin la venia de los policías y militares de turno. Nada de oro. Un informe publicado en septiembre de 2021 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) calculó que en Venezuela se producen anualmente unas 75 toneladas del metal aurífero. Mucha de esta explotación se lleva a cabo con un elevado costo ecológico, como lo muestra la gráfica que acompaña a esta nota, tomada en Imataca. De la producción anual, solo la mitad estaría entrando a las bóvedas del Banco Central de Venezuela. El resto representa lo que describieron en ese estudio como “flujo disperso”, que por definición es ilegal, y nutre las finanzas de “personas políticamente expuestas” (PEPs), estructuras armadas no estatales como las megabandas, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y otros grupos terroristas. El hecho de que semejante tráfico pase desapercibido para las autoridades formales es indicador de que, por lo menos, estamos ante una “ceguera voluntaria”, lo que viene a ser una forma de complicidad. Esta ausencia de control tiene consecuencias. De acuerdo con el último informe del Observatorio Venezolano de la Violencia, tres de los cinco municipios con las tasas más elevadas de muertes no naturales están en las zonas mineras de Bolívar. El Callao es el más notable, con 511 por cada 100.000 habitantes. El tráfico de metales preciosos, junto al de drogas ilícitas, alimenta los conflictos armados. Sucedió en Sierra Leona con los diamantes, en Colombia con las esmeraldas, y ahora lo vemos aquí. Nadie aprende por la experiencia ajena.

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