Víctimas y victimarios en la industria colombiana de las drogas

Crímenes sin castigo | 28 de noviembre de 2021

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La historia de las drogas en Colombia es la suma de múltiples procesos, que van desde los cambios en los patrones de consumo (las modas, pues) hasta la adaptación del agro de ese país para satisfacer la demanda en un mercado voraz y globalizado. Es, además, la interacción de múltiples y cambiantes intereses. Generalmente, los choques y desavenencias se resuelven con dinero, plata. Pero en determinadas épocas ha prevalecido la violencia, el plomo. Plata o plomo, es el dilema de quienes se dedican a esta particular industria. Los colombianos, y quienes residen en la vecindad latinoamericana, han pagado un alto precio por la producción y el comercio de las drogas ilegales. Pero, como lo demuestra Eduardo Sáenz Rovner en Conexión Colombia (Bogotá, 2021), la realidad histórica excede los discursos que colocan a este país como mera víctima. La cosa es mucho más compleja. El relacionamiento con las drogas (legales o ilegales) está marcado por aspectos culturales, sociales, económicos y también políticos. Sáenz Rovner -profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia e investigador del Instituto de Estudios Avanzados de las Américas, Universidad de Miami- demuestra que, mientras una parte de la sociedad padece las consecuencias de la producción y el uso de las drogas, otra ha obtenido enormes beneficios. Y no se trata solo del amasado de fortunas. El autor acude a profusa documentación, hasta ahora desconocida para el público común, para establecer cómo la “guerra contra las drogas”, declarada inicialmente por Richard Nixon y reiterada luego por Ronald Reagan, fue usada como un pretexto para intervenir en Colombia, con el propósito de atacar a la insurgencia de izquierda. Para ello, fue necesario establecer una narrativa que asociara a las guerrillas con la industria de las drogas, en momentos en que estos grupos no eran los únicos, y ni siquiera los más importantes factores del mercado. En este sentido, el libro de Sáez está más centrado en explicar cómo la geopolítica de las drogas moldeó las relaciones entre Colombia y Estados Unidos entre 1930 y finales del siglo pasado. Sáenz hace importantes reflexiones sobre el rol de los militares en esta tarea, al punto en que, según el autor, durante la fase previa al Plan Colombia, existían indicios de que las fuerzas armadas colombianas llegaron a ubicarse fuera del control civil. Esto explicaría la virulencia de las acciones emprendidas para la retoma del Palacio de Justicia, en agosto de 1984. Por otro lado, este académico expone las tensiones, tanto internas como internacionales, generadas por las constantes violaciones a los derechos humanos, así como el interés por aprovechar el conflicto suscitado por el tráfico de estupefacientes para obtener beneficios en el comercio internacional en rubros tan importantes para Colombia como el café y las flores. Un éxito que Sáenz atribuye a la gestión de César Gaviria. Conexión Colombia es una importante contribución para la comprensión de un problema que está muy lejos de ser superado. Por el contrario, se hace más complejo gracias a la irrupción de nuevos actores. Pero eso, seguramente, será el motivo de otros libros.

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