Apure y el concepto estratégico

-Lo sucedido en el estado fronterizo con Colombia es en parte el resultado de la decisión de desarrollar a la Fuerza Armada con la mira puesta en otros enemigos

Crímenes sin castigo | 16 de mayo de 2021

En profundidad, Militares

@javiermayorca

Uno de los factores que hace recurrente a la incompetencia militar es el empeño de los jefes castrenses -y de los políticos que los auspician- en la aplicación de las mismas fórmulas cuyo fracaso ha sido evidente.
Esa insistencia en el error fue observada con claridad por Norman Dixon, hace ya muchos años, en un estudio sobre la incompetencia en los principales ejércitos del mundo. En el caso venezolano, pareciera que esta lección nunca fue aprendida. Y los uniformados fueron sumando fracaso tras fracaso. Pero estos eran producto del desempeño en áreas poco relacionadas con el quehacer de los cuarteles, puesto que las fuerzas militares venezolanas formadas desde 1958 nunca habían participado en combates con cuerpos armados más o menos organizados.
Habría que ver hacia otros ámbitos. En el plano de la seguridad ciudadana, por ejemplo, el general Reverol evidenció una especial incapacidad para detectar a tiempo la necesidad de rectificar. En la Memoria y Cuenta que presentó en 2016 insistía en aplicar los mecanismos para el control de la delincuencia vistos en 2015, con mucha “mano dura”, y el país cerró ese año con una de las tasas de muertes violentas más altas del mundo, superior a 91 por cada 100.000 habitantes.
Pero este año llegó lo de Apure. Por primera vez en este siglo, los militares venezolanos han tenido que afrontar en su propio territorio a una fuerza irregular que se define a sí misma como un “ejército”. Y sin ánimo de ensalzarlo los hechos indican que, en circunstancias específicas, han ofrecido una importante resistencia a un cuerpo que se supone más preparado para las tareas de combate.
El conteo de muertes (un indicador siempre antipático) para el momento de la redacción de estas líneas da como resultado que dieciséis uniformados de la FANB han perdido la vida desde que comenzaron formalmente las hostilidades, el 21 de marzo. Y por lo menos otros 35 han resultado con lesiones de diversa gravedad. Del otro lado se cuentan nueve muertes, aunque no todas estarían ligadas directamente a las llamadas disidencias de las FARC-EP.
Además, la organización admitió tener en calidad de “prisioneros de guerra” a ocho militares venezolanos, tres de ellos oficiales, y solicitó la mediación de la Cruz Roja Internacional para llevar a cabo la devolución. Con esto viene implícita una solicitud de negociación, y por ende de reconocimiento.
Una investigación de la fundación Ideas para la Paz, presentada en abril de 2018, calculaba que este grupo tenía en ese momento unos 1200 hombres en armas, y que en la frontera con Venezuela operaban al menos tres frentes: el 10, el 33 y otro llamado Acacio Medina. El trabajo advertía además que las estructuras estaban en expansión.
Paradójicamente, este grupo comandado por Miguel Botache, alias Gentil Duarte, nunca fue mencionado en los listados de “fuerzas enemigas”, que eran delineados en las diversas operaciones para el control del orden interno, como la Zamora, y tampoco en los ejercicios de defensa integral, que son ejecutados con cierta frecuencia y más propaganda desde 2015.
Este grave y reiterado error se gestó cuando los militares comenzaron a desarrollar el llamado “concepto estratégico-militar”. El primer documento sobre el particular fue emitido en 2005, y lógicamente correspondía a una realidad distinta. Pero ya desde entonces se ponía un mayor énfasis en la incorporación de los militares al nuevo modelo de desarrollo económico, social y político, en otras palabras, el socialismo del siglo XXI. Y muy poco se decía sobre los giros que se estaban dando en los distintos escenarios o hipótesis de conflicto armado.
Desde entonces se fueron acumulando severas deficiencias en cuanto a la formación de los nuevos cuadros de militares. Desde luego, en esos años tanto ellos como los políticos que los auspiciaban estaban más pendientes del festín de petrodólares. Además, los grupos que realmente podían amenazar a la Fuerza Armada, como las FARC, tenían fluidas relaciones con el régimen, tal y como lo revelaron los archivos incautados en 2008 a Luis Edgar Devia, alias Raúl Reyes, luego del bombardeo al campamento de Putumayo.
Los militares venezolanos abandonaron los esquemas de operaciones basados en las tres grandes hipótesis de conflicto (azul, negra y verde), que eran escenarios de guerra convencional, y pusieron casi todos los huevos en una canasta llamada “guerra popular prolongada” (GPP), que se traduce en la aplicación de lo que ellos mismos denominan “método táctico de resistencia revolucionaria”. Eso se mantiene hasta la actualidad, y por eso los jefes militares convocan a jornadas periódicas de refrescamiento, en prácticas con muy poco fuego real.
Uno podría pensar que el escenario planteado en Apure sería ideal para estos militares que básicamente se forman en las distintas academias pensando que se van a convertir en una guerrilla, soportada por un pueblo que los respaldaría con fervor. Pero hasta el momento no ha sido así en el caso de Apure. En la teoría de la GPP divulgada en los centros de enseñanza castrenses el enemigo no es una estructura irregular con amplia experiencia en combate, como son estas FARC-EP, sino una fuerza invasora que actúa como ejército regular, y que utiliza a un país vecino como trampolín para sus incursiones.
Esto cambia por completo los escenarios y la llamada periodización del conflicto, tal y como lo estudiaban en los centros de formación. Aquí no ha habido ese primer lapso de resistencia frente a los invasores, que según la teoría de la GPP duraría dos semanas, lo que pudiera prolongarse un poco más en virtud de la utilización de los sistemas de defensa antiaérea, y el poder de fuego representado por los tanques y cazas importados de Rusia.
En la realidad, los invasores, las verdaderas “fuerzas enemigas”, ya estaban en Venezuela desde hace mucho tiempo, no solo en Apure, sino en Amazonas, Bolívar y Zulia. Pero ese empeño en el error impidió que la jerarquía militar detectara con tiempo de dónde vendrían los tiros.

PS: luego de publicada la primera versión de esta columna en Runrun.es y talcualdigital.com, específicamente el sábado 15 de mayo, el ministro de la Defensa Vladimir Padrino emitió un comunicado en el que reconoce haber recibido fe de vida de los militares cautivos de las disidencias de las FARC. El detalle es que tal prueba, según el funcionario, fue transmitida el domingo 9 de mayo. El Gobierno optó por guardar silencio en la faceta pública durante seis días, incluso ante el clamor de los familiares de los militares que fueron capturados en combate. Estas negociaciones son procesos en los que tiene mucho valor tanto lo que se dice como lo que se deja de decir, y los contextos en los que esto ocurre. Es una forma de comunicación muy particular. Daba la impresión de que los irregulares querían aligerar la entrega de los uniformados. De allí el remitido en el que solicitaban la mediación de la Cruz Roja Internacional. Luego de esto, no hubo una respuesta de la contraparte. Ni siquiera un acuse de recibo. Desde el punto de vista del análisis, pareciera que este proceso requerirá un poco más de paciencia.

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