Estación terminal Bogotá
-En su avance por Latinoamérica, el Tren de Aragua está regando cadáveres por la capital colombiana. Si Maduro atiende a las exigencias de las autoridades neogranadinas, esta podría ser la última parada de la megabanda
En profundidad
@javiermayorca
El martes 13 de septiembre, la alcaldesa de Bogotá Claudia López divulgó el contenido de una carta remitida la semana anterior al recién designado canciller, Alvaro Leyva, con el propósito de solicitar sus “buenos oficios” ante el gobierno de Nicolás Maduro, en un contexto de extrema urgencia.
La gobernante de la capital neogranadina detectó que un brote de violencia homicida, cuyo saldo hasta el momento es de 23 muertos, tendría su origen a mil kilómetros de distancia, en las celdas del Internado Judicial del estado Aragua, mejor conocido como Tocorón.
Las pesquisas de un grupo especial contra la delincuencia organizada, que consta de 54 efectivos, han establecido un nexo entre esos asesinatos y la megabanda conocida como Tren de Aragua. Comprender esta situación puede ser muy complicado para alguien que no esté bien empapado de la realidad venezolana. Incluso en Colombia, donde los grupos armados no estatales han hecho de las suyas durante más de medio siglo, se preguntan cómo es posible que desde los confines de una instalación teóricamente bajo el control del Estado venezolano se coordinen lo que López describió como “vendettas por la disputa de rentas ilícitas de narcotráfico y otras actividades”.
López es una mujer surgida del mundo académico, donde llevó a cabo estudios sobre los problemas de violencia en Colombia, como la llamada “parapolítica”. Se inscribe dentro de la línea “progresista”, lo que la coloca muy cerca del nuevo presidente Gustavo Petro.
Según el secretario de Seguridad de la alcaldía bogotana, Aníbal Fernández Soto, la cuenta de cadáveres corresponde solo al año en curso. Muchos de ellos fueron encontrados en sectores como Kennedy, Engativá y Suba, envueltos en bolsas plásticas, desmembrados y con señales de torturas. En cinco casos, se probaron vínculos entre estos homicidios y la megabanda aragüeña. Son los crímenes más antiguos. En otros, ni siquiera se ha logrado una identificación plena de las víctimas. Un factor que contribuye en el retardo de estos procesos, indispensables en un sistema penal donde prevalece la legalidad, es la ausencia de cooperación en el plano policial con el régimen venezolano. De allí que, de acuerdo con Fernández, las averiguaciones entren en una calle ciega.
En otras palabras, el Tren de Aragua aprovechó la ruptura de relaciones entre Colombia y Venezuela para expandir sus operaciones hacia el vecino país, y garantizar un margen de impunidad. Se confirma aquí ese principio según el cual la delincuencia organizada transnacional no reconoce soberanías. Por el contrario, explota estos desencuentros para potenciar sus ganancias.
Con la reanudación de la diplomacia entre Colombia y Venezuela, Claudia López ha visto una ventana de oportunidad. En su narrativa, lo primero que se debe hacer es “aislar” al liderazgo de la megabanda. En la misiva dirigida al canciller Leyva, explica que es necesario “reforzar las medidas de efectiva privación de libertad”. Algo que debería ser aplicado de inmediato contra Héctor Guerrero Flores (Niño Guerrero) y Giovanny Vicente Mosquera Serrano (Viejo Viejo), un sujeto proveniente de la banda de Kenferson Sevilla, alias Flipper, supuestamente transformado en lugarteniente de Guerrero.
Para las autoridades venezolanas, por cierto, Mosquera Serrano se encuentra “en fuga”, no en Tocorón.
Error estratégico
El inicio de la disputa por el control de parcelas de Bogotá podría situarse en octubre de 2021, cuando ya se avizoraba un término a la pandemia por el Covid-19. En esos días, la Policía Metropolitana anunció la captura de quince integrantes de la banda Los Camilos, señalados de dominar el tráfico de drogas en pequeña escala en localidades como Bosa, Kennedy, Tunjuelito, Soacha y Flandes (Tolima).
Fernández Soto explicó que, cuando estos sujetos fueron sacados del juego, otros intentaron ocupar los territorios vacantes. Algunos pertenecían a Los Camilos, mientras que otros formaban parte de grupos como el Tren de Aragua y Los Maracuchos, dispuestos a tomar las plazas a sangre y fuego. Otras seis organizaciones han sido identificadas, pero hasta el presente no han entrado en la disputa.
En honor a la verdad, se debe indicar que la megabanda de Tocorón no es la primera que incursiona desde Venezuela hacia territorios del vecino país. Los propios medios colombianos han informado sobre las andanzas de la estructura comandada por un ex guardia nacional, Erick Alberto Parra Mendoza, o Yeico Masacre, que se extendió hacia Barranquilla mucho antes de que hablaran del grupo de Niño Guerrero. Lo mismo sucedió con la organización conocida como Los Meleán. Pero la banda nacida en Aragua es definitivamente la que más lejos ha llegado, dejando a su paso un rastro de violencia, en las trochas que dan hacia Cúcuta y otras localidades de Norte de Santander.
Durante la era Duque, Maduro tenía la coartada perfecta. Como los canales de comunicación formales estaban literalmente bloqueados, pues no había nada qué hacer. Las quejas de los medios de comunicación en Colombia no suscitaban ninguna reacción en Caracas, pues no eran oficializadas.
Ahora, la situación está cambiando. Con el restablecimiento de las relaciones se abre la posibilidad de que los colombianos obtengan las informaciones necesarias para la plena identificación de los delincuentes y sus víctimas, en caso que sean venezolanas. Del otro lado, desde Bogotá podrán enviar sus exhortos a Caracas, para que hagan algo con respecto a la banda de Niño Guerrero, ahora convertida en una piedrita en el zapato de Petro y sus propósitos de la “paz total”.
Con lo hecho en Colombia, y anteriormente en Chile, el Tren de Aragua cometió un error estratégico, que diferencia a esta organización de las que son más enraizadas, duraderas y temibles. Gayraud lo explica: las verdaderas mafias prefieren manejarse con esquemas de baja visibilidad, que aplican un control estricto a la violencia. “Con la violencia, una mafia queda al descubierto, se coloca en el punto de mira de la policía”, afirma el tratadista. Al enfrascarse en una escandalosa disputa, es posible que el Tren de Aragua esté arribando en Bogotá a su última parada.