La joya de la corona

-La recaptura del mayor general Hugo Carvajal representa un importante paso para comprender la relación, no siempre armónica, entre los regímenes de Chávez y Maduro y grupos al margen de la ley

Crímenes sin castigo | 19 de septiembre de 2021

En profundidad

@javiermayorca

La recaptura del ex director de Contrainteligencia Militar Hugo Carvajal era tan solo una cuestión de tiempo.
No se trata solamente de que la unidad de inteligencia internacional de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) había precisado su paradero en Madrid, hace por lo menos tres meses. Desde este espacio, siempre advertimos que las opciones del mayor general eran muy limitadas. El cobijo que le dieron sus amigos de la inteligencia española tenía los días contados, tal y como lo advirtió el ex presidente de la Conacuid Carlos Tablante. Además, la recompensa de 10 millones de dólares ofrecida por Washington contribuyó a cerrar mucho más el círculo, dejándolo yermo de lealtades.
Algo de esto se deslizó también en el primer mensaje emitido por la Policía Nacional del país ibérico, la noche del 9 de septiembre, una vez confirmada la identidad de quien fuera conocido como el Pollo en medios militares venezolanos. El cuerpo que llevó a cabo la limpia operación afirmó que el ex zar de la inteligencia de Chávez y Maduro estuvo “siempre protegido por personas de confianza”, en España.
Tal parece que los buenos anfitriones dieron la espalda a Carvajal, luego de casi dos años teniéndolo a hurtadillas.
Para la agencia antidrogas estadounidense, este mayor general expulsado del Ejército era un objetivo prioritario. Por una parte, Carvajal llegó a ser uno de los elementos más importantes del régimen de Chávez en las relaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ahora conocidas como Nueva Marquetalia. De allí que fuese incorporado como pieza fundamental del esquema de tráfico de drogas conocido como Cartel de los Soles. Un expediente que se ventila en cortes de Nueva York y que ya tiene un primer detenido: el mayor general retirado Clíver Alcalá Cordones.
En este caso hay un hito fundamental, que fue el decomiso de 5,6 toneladas de cocaína en un jet que despegó de Maiquetía y llegó dando tumbos al aeropuerto de Ciudad del Carmen, México.
Por este alijo fue responsabilizada la organización guerrillera actualmente comandada por alias Iván Márquez y Jesús Santrich. En su destino, la droga sería manejada por el cartel de Sinaloa, la confederación criminal encabezada entonces por Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, y Juan José Esparragoza, El Azul. Entre unos y otros, según el expediente del caso, estaba Walid Makled, haciendo las veces de bróker. Cuando el Turco fue capturado en Colombia, y los venezolanos disputaban su extradición a EEUU, en 2010, él afirmó en una entrevista que había tenido que comprar a prácticamente todas las autoridades militares. Esto lógicamente incluía al Pollo, quien estaba en la cima del poder por aquellos tiempos.

Traición en Mérida

Pero existe otra acusación penal contra Carvajal. Se ventila en las cortes de Florida, y es el producto de una averiguación sobre la estadía en Venezuela de un traficante de drogas colombiano que tenía signo diametralmente opuesto al de los subversivos. Se trataba de Wilber Varela, alias Jabón.
Varela huyó a Venezuela en 2004, no sólo para eludir la persecución de las autoridades neogranadinas. De hecho, su mayor preocupación era que lo alcanzaran las balas de sus competidores del cartel del Norte del Valle, una alianza muy inestable de ex paramilitares dedicados al tráfico de drogas. Según la acusación, Carvajal no sólo protegía a Jabón, sino que eventualmente llegaría a facilitar el paso de la droga de su facción por el territorio nacional, en una especie de trabajo particular, que también beneficiaba a otros militares, especialmente de la Guardia Nacional.
Varela fue ejecutado en 2008, en circunstancias que nunca fueron del todo aclaradas. Su cadáver apareció en una posada del Mérida. Este asesinato fue atribuido a uno de sus pupilos, Javier Calle Serna, uno de los llamados Hermanos Comba, junto a Diego Pérez Henao, Diego Rastrojo. En 2013, quien fuera la pareja del traficante, Emilia Polo, declaró a la periodista Renata Cabrales que Jabón “quería como a su hijo” a Calle Serna, por lo que creía poco probable que hubiese participado en el complot de su muerte.
Polo acompañó a Jabón en varias temporadas mientras él supuestamente se escondía en Venezuela. En realidad viajaba tranquilo, entre Caracas y Valencia: “Si nos paraban en la carretera, nos hacían seguir”.
En enero de 2008, el santo se le volteó. Bastaron siete disparos. Pronto, otros operadores del Norte del Valle ocuparon su espacio en el país, y mientras tanto negociaban con la DEA para que les perdonaran parte de las fortunas que habían amasado, tal y como lo relató Andrés López en la saga El cartel de los sapos.
El Pollo, por lo tanto, tiene mucho qué contar. El lo sabe. Según fuentes enteradas de su caso en EEUU, hubo dos factores que lo llevaron a evadirse de su arresto domiciliario en noviembre de 2019. Por una parte, la Audiencia Nacional había dado luz verde para su extradición. Por la otra, había fracasado un primer intento de negociar su entrega.
El oficial de 61 años de edad ofrecía toneladas de data sobre la presunta relación de los regímenes de Chávez y Maduro con organizaciones de traficantes de drogas y del terrorismo. Pero era muy poco lo que realmente entregaba. A cambio, indican las fuentes, exigía total inmunidad, así como visas estadounidenses para todo su círculo familiar, que sumaba unas doce personas.
Carvajal estaba insuflado, desde que un portavoz de operaciones internacionales de la DEA lo calificó como “la joya de la corona”, cuando fue detenido en Aruba en 2014. Si se partía de esta premisa, para él bien valía la pena una puja con los norteamericanos.
Siete años después, Carvajal también huye del régimen venezolano. Ahora, en esta dinámica de traiciones y delaciones, solo le queda abrir un lugar en el mismo cartel de los Hermanos Comba.
Hay quienes ven alguna orquestación entre los procesos seguidos contra el ex zar de la inteligencia venezolana y el empresario colombiano Alex Saab. Ambos van contra reloj. Pero lo más probable es que los españoles prevendrán una nueva vergüenza, y cuanto antes montarán al mayor general en un jet hacia Nueva York, una vez dirimido el tema del asilo. Ya en el contencioso de la extradición, el ex jefe de la Dgcim se había jugado la carta de que su juicio en EEUU tenía ribetes políticos. Ese argumento fue descartado.
A Saab, en cambio, todavía le restan algunas salvas.

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